Galeses, valones y valacos

Original post: Galeses, valones y valacos [FilóbLogos] (03/03/2008)

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Verona, llamada “Welschbern” (La Berna de los Galeses) por los germanos, conquistada por el rey longobardo Alboin en 569 d.C.

[…] and the Longobards, who long ago beyond Mircwudu a mighty realm and wealth won them in the Welsh countries, where Ælfwine, Eadwine’s son in Italy was king. All that has passed!

Es sabido que los ingleses han llamado a los galeses Welsh desde que entablaron contactos (poco amistosos) con ellos, término que en castellano se tomó prestado desde el nombre del país (Wales), con la transformación romance w-> g (werra > guerra).

Pero no se trataba de una palabra de nueva acuñación especialmente pensada para los incómodos habitantes previos de Britannia.
Como muestra el extracto poético que he incluido al principio del post, perteneciente a una obra temprana de Tolkien.
Pocos galeses habría en “un poderoso reino más allá del Bosque Negro, en Italia“.

El skalda se refería a todo el conglomerado de pueblos roman(i)zados que habitaban en la Italia del siglo VI, sobre el cual los germanófonos longobardos reinaron por un tiempo.

Así que nuevamente vemos cómo un invasor germánico conquista un país romanizado y llama a sus habitantes “galeses”, y cómo realmente este nombre no tiene nada que ver con la lengua de los invadidos, ni con el país, ni con el nombre que se dan a ellos mismos, ni con su lengua… ¿o sí?
Bien… ¿qué tienen en común esos pueblos? Bueno, pues para empezar, que la lengua de sus invasores es germánica… pero ¿y sus lenguas? Los galeses son celtófonos, y los itálicos son… pues eso, latinos.

La diferencia lingüística de sus subyugados no pareció importar mucho en principio a los germanos, que usaron la misma palabra para todos los pueblos integrados en la ciudadanía romana del Imperio de Occidente.

Hay que imaginar la enorme distancia cultural y civilizadora que separaba a ambos mundos a uno y otro lado del Bosque Hercynico (así llamado por romanos, que representaba la frontera septentrional del Imperio, y conocido como el Bosque Negro, Mirkwood en inglés, o Schwarzwald, la Selva Negra actual del sur de Alemania, por los germanos), y que a ojos de estos fieros invasores los celtas galo-británicos eran prácticamente lo mismo que los romanos itálicos.

De hecho, el término parece tener su origen en una antigua confederación celta que bajo el nombre de Volcae recorrió desde el sur de la Galia hasta Grecia pasando esta franja boscosa durante el período helénico, y que fue la pesadilla de dispersos pueblos germánicos, por aquel entonces menos preparados bélicamente.
Aunque en cualquier caso éste fue un nombre común a varios pueblos celtas que aparecen aquí y allá, en Hispania, en Galia, en Moravia y en Anatolia.

Este sustantivo habría sido prestado a estos hostigados germanos y bajo el efecto del Primer Cambio Consonántico (también llamado Ley de Grimm), y con un cambio vocálico germánico típico, pasaría a ser *walh– en proto-germánico.
Curiosamente esto detallaría que el fenómeno de dicho cambio consonántico aún seguía en activo tras la época de las incursiones de estos celtas (se encuentra datado en el primer milenio a.C., pero lo mismo puede haberse producido en un siglo tan tardío como el III o el II a.C.).

El propio endónimo céltico pudo tener otros significados originales, entre los que se sugieren el emparentado con el galés gwalch (halcón) y el relacionado con el galo volcos (lobo) (desde el proto-indoeuropeo *wlHkw– > *wlukw- > lycos griego, *wlup-> lupus latino, *wolp– > wolf inglés).
Y probablemente rompa alguna derivación fonética, excepciones hay siempre, pero a mí se me sugiere si no podría tener cierto parecido con el alemán Volk, en inglés folk, “gente, pueblo”, cuyo origen ulterior proviene de fulca, horda.

Así, pues, con el tiempo se convirtió en un exónimo habitual en el crudo linde germano-romano, cuyos bordes se fueron difuminando hasta convertirse en una división más propiamente lingüística que política.
Como sucede con los nombres dados por un pueblo (generalmente fronterizo) a otro (la psicológica disyuntiva del Nosotros – Los Otros) la aplicación del exónimo varía con el tiempo, hasta determinarse formalmente, e incluso llegar a ser aceptado como denominación propia por el pueblo así etiquetado (cosa que no carece de cierta tristeza, pero que en ocasiones sucede).

Recopilando, el nombre fue un endónimo de un pueblo celta concreto, para pasar a ser un apelativo genérico a los pueblos celtas por parte de los germanos, a continuación identificar a toda la población romana con él, y por último limitarlo a los hablantes romances en la zona continental (ya vemos que no fue así en Inglaterra, donde latinizados o no, todos los britanos fueron considerados galeses).

 

Hagamos un repaso por esa invisible línea que es el ya mencionado límite cultural entre el viejo mundo civilizado romanzado y el bárbaro norte germánico:

En Britannia los anglosajones llamaron Welsh a los celtas britanos, no así a los celtas gaélicos, no romanizados. Esto incluye por supuesto a los galeses del sur, esto es, los de Cornwall (Cornualles), cuyo –wall tiene poco que ver con “muro” y más con Wales, topónimo que exportaron a Bretaña (Cornouaille).
Los córnicos de hecho llaman a su tierra sin el componente extranjero y le dicen simplemente Kernow (de la antigua tribu de los cornovii).

En la Galia los francos, pese a que no tardaron demasiado en romanizarse y latinizarse en su fracción más meridional, otorgaron su nombre a Valonia (Waals en holandés-flamenco, lengua que deriva del antiguo bajo franconio, frente al Flaams, Flandes, germánico), región de lengua de oïl de Bélgica.
También el apellido británico Wallace viene a través del antiguo franco waleis (extranjero), si atendemos a las fuentes etimológicas oficiales, mismo origen del adjectivo gaulois (“galo”) en francés.
Y un producto llegado de la Galia se extendería a Europa con el nombre de “nux gallica”, que en inglés y alemán se conoce como walnut y Walnuss respectivamente.

Es casual que en castellano se haya adoptado Wales como Gales, con la misma g que galo, galaico, gálata y gaélico (todos ellos endónimos), y sin relación alguna con esos términos, pese a ser “galés” también un gentilicio empleado para otro pueblo céltico.

Un caso similar parece ocurrir en inglés y francés con Gaul, que es el nombre para “Galia” en ambos idiomas, y que según la opinión de algunos no sería una evolución natural del Gallia latino (que en francés “padremoñal” debería dar **Jaille) sino del franconio Walh > Gall > Gaul.

 

Siguiendo la línea llegamos a Suiza y Austria:
Tradicionalmente los germanófonos usaron Welsch para los suizos francófonos, mientras que en su extremo oriental se utilizaba Wälsche para denominar a los retoromances (romanches y friulanos) en los Grisones y en el Südtirol italiano, y Welsch a los italianos por parte de los austriacos. Un viejo nombre para Verona fue Welschbern (“Berna de los galeses”).

La propia lengua romanche fue llamada por algún tiempo Chur-Wälsch (“galés de Chur”, ciudad principal del cantón de los Grisones), hasta que un incendió destruyó gran parte de ella y una “horda” de artesanos y constructores germanófonos fueron en masa a habitar en ella, aprovechando de paso para primeramente arrinconar a su población romance original en el barrio llamado Welschdörfli (lit. “pueblecito galés”, he descubierto este precioso diminutivo alamánico en Umlaut+ sufijo -li), al otro lado del río, y finalmente hacer desaparecer esta lengua de la capital.

La palabra tiene el sufijo adjetival –isk en su versión anglosajona Welsh (desde el antiguo welhisc, adjetivo del sustantivo wealh) y en la alemana Welsch y Wälsch (en los tres casos se muestra metafonía de la -a- inicial por medio de una desaparecida -i- del sufijo).

Anterior a la forma adjetiva quedan topónimos del sustantivo, derivados de *walh > walch / wal-, como Walchgau y Walchensee en Baviera, o Strasswalchen (“calzada extranjera”) en Austria, que en este caso indica que hubo un asentamiento romano.
En Suiza Walensee (“lago de los extranjeros”), indica la proximidad romanche, y sin embargo el cantón bilingüe (francés y alemán) de Valais tiene en su forma alemana Wallis el indicativo de la presencia del francés.

Y aquí hay que tener cuidado porque se llama Walser a los germanófonos de Valais, incluso cuando estos han emigrado a otras regiones (al valle Valsertal, en los Grisones), por tener poseer una cultura peculiar y característica que les identifica frente a otros suizos alamánicos, como por ejemplo sus viviendas tradicionales de madera ennegrecida.

 

Cuando un tercer elemento interviene en la historia los derivativos se multiplican.
Ciñéndonos a nuestro recorrido alcanzaríamos el Este de Europa, donde las lenguas eslavas , el húngaro, el albanés y el griego adoptaron la palabra aparentemente desde la lengua gótica bajo su forma walha.

En un principio valaco (wallach) vino a denominar exclusivamente a los rumanos (así pues Valaquia y Transilvania eran dos regiones diferenciadas, ya que en la segunda la lengua mayoritaria era el húngaro, y actualmente hay alrededor de un millón y medio de hablantes).

Sin embargo, con el tiempo se hizo más común el nombre vlach para especificar concretamente a los hablantes latinos que habitaban en los Balcanes fuera de Rumania.

Los vlachs en su conjunto descienden de dacios, tracios e ilirios romanizados, que lingüísticamente son arumanos, istro-rumanos, dalmacios…

Ya en griego bizantino se decía Βλάχοι [vlachoi] a todos los latinos de los Balcanes, y también fue adoptando un significado secundario de pastor.
Pero no es la única lengua en la cual vlach y sus derivados se encuentran con otros sentidos, en general tiene asociado el concepto de hombre del campo, hombre vago, campesino o pastor en las lenguas eslavas, o como peyorativo para friulanos, italianos o serbios, según el país.

El origen de todas las formas orientales yace en el волохъ [valach] del Antiguo Eslavo Eclesiástico, del cual surge, por ejemplo, el polaco wołoch, que es rumano, mientras que en la misma lengua włoch es italiano.
Este paralelismo tiene su reflejo en húngaro también: Aquí oláh es el gentilicio rumano, olasz el italiano, y su préstamo más moderno, vlachok (plural), es específico para los vlachs.

Con el prefijo latino mauro (negro), tenemos a los maurovlachi, entre Croacia y Bosnia, habitantes de la zona costera.
La causa de su adjetivo negro viene por la tradición turca de asignar colores a los puntos cardinales, correspondiendo el negro al Norte.
El sustantivo en castellano es “morlaco”, que también significa “hombre rústico” en italiano.

Los senderos seguidos por distintos exónimos darían para varios posts (incluso español es un exónimo de origen occitano, y se especula con que vasco(n) sea un exónimo indoeuropeo que signifique “los de las tierras altas”, raíz *bhars-, atestado como barscunes), pero podría mencionarse aquí también el caso de la palabra gabacho, cuyo uso depende del punto de partida (como sucedía con el binomio walschwelsch):

Gabacho llaman los españoles a los franceses, y los gascones a los hablantes de oïl charenteses (Gran Gavacherie), así como los roselloneses a los languedocianos, y los languedocianos a los auvergneses (occitanos).

De hecho, ya tuvimos otros posts sobre exónimos como éste titulado “De Hablantes y Mudos“, que os invito a leer en espera de un nuevo post.